La
familia es un espacio muy importante para el niño. Allí se forman las
relaciones de afecto, lo cual le permite crecer y desarrollar importantes
habilidades y adquisición del conocimiento. Lo que aprenda en casa le permitirá
aplicar en su vida futura. Por eso el entorno familiar debe ser afectuoso, el
niño debe sentir que es cuidado y apoyado. Solo así crecerá de manera
saludable y con buena autoestima.
Si
la familia se deja absorber por demasiadas demandas, el niño no podrá
desarrollarse adecuadamente. Si vive inmersa en conflictos, el niño se
estresará más. Si bien es cierto no es posible evitar los cambios o
circunstancias que están afectando a la familia, en lo posible se debe
minimizar los efectos en los hijos.
Si
la madre y padre trabajan, es importante también coordinar momentos para ayudar
en las tareas a los chicos. Si hay un divorcio hay que hacer lo posible para
que ellos sean menos afectados. Hay que trabajar para que haya menos violencia
intrafamiliar. Y si uno de los padres está desempleado hay que animarlo para
que busque trabajo y apoyarlo psicológicamente.
Algunos
de los estresores que pueden afectar al niño son: falta de afecto, nacimiento
de un nuevo hermano, muerte de un padre, el divorcio de padres, maltrato,
testigos de la violencia.
La
familia como vemos en muy vital para el niño. Pero además el entorno influye
mucho en su desarrollo. Si es un entorno empobrecido, puede influir de manera
negativa e intensa en su crecimiento. El niño necesita de juguetes, colores,
objetos para tocar lo que permite el desarrollo de habilidades motoras y finas.
Además de los estímulos sensoriales,
auditivos y visuales, debe haber juegos, mimos, cuidado y afecto. Familias en
extrema pobreza, por ejemplo, muestran un retraso en el crecimiento normal.
Problemas que deben mejorarse en los primeros años de vida del niño:
• La falta de atención a las necesidades
del niño.
• No se gratifica al niño
• Falta de afecto y cuidado físico
• Separación brusca de los cuidadores
• Desajuste en el niño luego de ser
atendido
• Fracaso en modificar la conducta
del bebé una vez atendido, sobre todo en bebès emocionales o enfermos.
Los
niños que no han tenido buena atención
tienen un crecimiento físico, cognitivo, social y afectivo deficiente.
Incluso se dice que niños hospitalizados tienen más alto riesgo de morir si han
sido sometidos a entornos poco estimulantes y faltos de afecto.
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