domingo, 6 de enero de 2019

Viviendo el duelo: un caso real







Amaba intensamente a mi madre. Desde pequeña fui muy pegada a ella. Hacía todo lo posible por estar con ella. Algo en el corazón me hacía necesitarla. Muchas veces cuando no llegaba pronto del trabajo, me angustiaba, me  desesperaba, entraba en pánico. Con el tiempo fui creciendo y mi amor por ella seguía intacto.


Era una mujer muy trabajadora, lucho incansablemente para sacar adelante a mis cinco hermanos y a mí. Era un verdadero ejemplo.Entonces, una vez que terminé la universidad empecé a ayudar poco a poco a mi padre económicamente. Podía ver la necesidad y eso me hacía que piense en ayudar. Cuando todo parecía que iba bien, que iba mejorando, un día ella cayó enferma y en cuestión de quince días murió. Le detectaron cáncer al estómago, fue fulminante .Dejó de existir.

A mí nunca me hablaron de la muerte, nadie me preparó y, creo que por más que nos preparen, siempre será doloroso. Para la muerte temprana a de mi madre yo no estaba preparada. Ella tenía cincuenta y do años, era joven aún, pero había vivido tan intensamente, había luchado tan incansablemente que yo solo quería darle un poco de lo que me había dado. Pero la vida no me permitió.

Fue tan doloroso vivir el duelo. Por más de quince años no me acerqué a la tumba, tenía mucho dolor de verla allí bajo tierra. Durante ese tiempo la lloré, la recordé, le soñé, la añoré. Fue realmente muy doloroso. Muchos me decían que tenía que dejarla en paz, que ella ya está en el cielo descansando, otros me decían  tienes que sanar, otros me decían, ya, para que recordar a los muertos.

La verdad es que nadie podía entender como mi corazón sensible sentía. Realmente sufría su ausencia y hasta ahora la sigo recordando. Muchas veces desee volver el tiempo atrás, otras veces me decía para qué si tenía tanto sufrimiento, es mejor que este descansando en paz.

Hoy después de 19 años de muerte, mi recuerdo por ella sigue intacto. He aprendido que nunca se olvida a un ser querido y tan amado con es la madre. He aprendido que cada uno vive de distinta manera el duelo y así debe vivir cada uno el duelo de su ser querido. Yo no dejé que acaben con el recuerdo de mi madre. Mis hermanos querían que ya no la recuerde más. Si bien es cierto esta sepultada, yo he decidido guardarla en mi corazón  para tenerla cerquita a mí. Así me siento mejor y así vivo mejor ahora el día a día.

Hoy me siento más tranquila y dispuesta a seguir con más motivación mis nuevas metas. Hoy después de  diecinueve años de sufrir por el recuerdo de mi madre, he decidido que nadie me la arrancará del corazón y que esa será mi decisión y no la de los demás. Esa decisión es solo mía porque no soy igual al resto, no pienso igual al resto. Soy yo guardando el recuerdo de mi madre porque un ser querido nunca debe ser olvidado y más si ha entregado tanto a sus hijos.

Guardar no significa sufrir. Guardar en el corazón al ser querido significa seguir viviendo intensamente la vida y  dar lo mejor de ti. Guardar en el corazón a una madre significa llevar lo bueno que ella nos entregó para ponerlo al servicio de los demás, y eso hago ahora, doy lo mejor  que ella me enseñó, y lo que he aprendido a lo largo de mi camino de mi cada día. Hoy tengo mayor fuerza para  seguir adelante porque sé que Dios no me la quiso arrebatar para hacerme sufrir, sino que Dios me hizo ver que cada uno cumple un ciclo y en ese tiempo debe construirse y dar lo mejor de sí para dejar un buen legado y un buen recuerdo.

Así que si cada uno de mis lectores, que haya pasado esta misma experiencia de duelo, sabrá entenderme. Cada uno debe vivir su proceso de duelo .Este único. Cada uno lo vive de distinta manera, una menos intensa, entes y otros más. Pero llega un momento en que todos volvemos luego a encontrar el verdadero sentido de la vida en medio de la muerte.

Por supuesto que en el camino también busqué ayuda especializada. El duelo no se lo puede vivir de manera solitaria. Yo mismo ahora acompaño a las personas en procesos de duelo donde han perdido un trabajo, una cosa especial o a un ser querido, o están pasando por un divorcio.

Es bueno buscar ayuda para poder pasar de mejor manera estos momentos  de crisis que, en muchos de los casos, son duros y difíciles de entender. La ayuda terapeuta en buena, la he experimentado y eso también me ha ayudado mucho.

Hay que pasar ese duelo, vivir las etapas de negación, de ira, de depresión, de negociación para luego llegar a la etapa de aceptación. Muchas veces esas etapas se repiten una y otra vez, pero está bien, puede haber recaídas, pero llorando, llorando uno vuelve a levantarse.

Es muy necesario hacer una evaluación de  lo que se ha perdido y de lo que no se ha perdido  y de lo que puedo hacer de aquí en adelante. Estas evaluaciones son tan buenas porque nos permiten retomar el camino con paso firme y con mayor claridad.

Al final de toda la tristeza y el dolor, es bueno saber que es posible soñar de nuevo y que se puede volver a vivir. Así que vive tu duelo, vívelo, llora, llora mucho. Siéntete en el derecho de hacer lo que tu corazón sienta, pero sin dañarte. Habla las veces que puedas de tu dolor, compártelo con quien quienes te pueden amar, comprender y no juzgarte.

Vive tu duelo sin hacerte daño: puedes ir al cementerio, visitar las veces que quieras y visitar a tu ser querido, puedes  revisar las fotos, puedes, asistir a reuniones  de apoyo de duelo, puedes hacer cartas, puedes festejar cosas bonitas, etc. Pero a la vez, poco apoco debes ir alimentándote, debes empezar a conectarte con los tuyos, de  quienes están a tu lado, debes volver a recobrar tus sueños y luchar por ellos. No es de la noche a la mañana, pero hay que hacerlo.

Para  el duelo no hay recetas únicas, lo que puedo haber vivido yo es muy personal. Tú quizás experimentes otras cosas. Y si puedes compartir tus experiencias, hazlo. Por eso lo hago yo. También aprendí de otros y sus consejos me ayudaron. Encontré varias experiencias interesantes y como agradezco que lo hayan compartido. De esas experiencias me agradó mucho saber que no era la única que extrañaba a mi madre, que no era la única que vivía tan intensamente el dolor.

De esas experiencias, que pude  hallar, aprendí que debo buscar ayuda terapéutica si me hallo estancada en algún ciclo porque eso puede enfermarnos físicamente y la idea es no dañarnos más.





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