"Lo que resiste persiste"
Cuando sufrimos, o tenemos una
enfermedad grave, no sabemos cómo sobrellevar la enfermedad. Muchas veces minimizamos el
dolor, otras veces lo sobrevaloramos
y los temores nos llegan a agobiar más.Lo mismo pasa si vemos a un familiar o amigo enfermo.
En esos momentos, es importante
tener una actitud diferente frente al sufrimiento; pero, a la vez, debemos aprender a mirar el dolor
de manera constructiva.
Debemos saber que resistir el dolor prolonga el dolor, lo agrava y lo transforma en sufrimiento tòxico.
Si bien es cierto la persona enferma se siente frágil y vulnerable;puede mostrar frustración, impotencia- ya que debe depender de los demás, aún en cosas pequeñas- es bueno que sepa que la enfermedad serà sobrellevada de mejor manera si su actitud cambia.
A continuaciòn presentamos varias recomendaciones para enfrentar la enfermedad de mejor manera:
Primero: No pierdas de vista la realidad.La persona enferma muchas veces se resiste a la enfermedad y puede llegar
a creer que la enfermedad la domina y que la enfermedad es lo único que hay en ella. La persona pierde la capacidad de ver la realidad y la vida en toda su dimensión.Vuelve a retomar actividades que te gustan o te hacen sentir feliz.
Segundo: No te identifiques demasiado con la enfermedad. Si nos identificamos demasiado con el
dolor, nos anularemos, nos quedaremos inermes, sin defensas. Por tanto, hay que dejar de identificarse con la enfermedad.
Tercero: Debemos llegar a la aceptación de lo que
ocurre. La aceptación permite una
reconciliación. No se trata de caer en la resignación, pasividad o indolencia.
Si no hay aceptación, se produce resistencia, lo cual prolonga e incrementa el
dolor y el sufrimiento.
Cuarto: Es necesario poner atención para no convertir el dolor en sufrimiento.Hay que reconocer que el dolor, el sufrimiento y la muerte nos acompaña desde el nacimiento hasta la muerte, forma parte de
nuestra existencia.
Es la otra cara del placer o bienestar. Además para que
algo surja, algo debe morir. El ser humano siempre está haciéndose, y en eso
surge la vulnerabilidad, y puede ver los
límites que tiene como ser humano.
Quinto.La enfermedad y muerte son como
nuestros compañeros de viaje, debemos
aprender a afrontarlo, debemos aceptar nuestra realidad, rendirnos a lo que es.
La rendición nos conecta con la verdad. La rendición no tiene nada que ver con
la indiferencia, la resignación o claudicación, sino con reconocer lo que hay
en ese momento. Mientras más ubicados estemos, surgirá la acción
adecuada al momento.
Sexto:
El dolor y sufrimiento van de la mano. Primero surge el dolor y si ponemos
resistencia, negamos el dolor.
No añadamos historial mentales.Si añadimos alguna historia mental en torno a lo
ocurrido, surge el sufrimiento tóxico
que reduce y envenena a la persona.
Séptimo: Debemos evitar
comportamientos reactivos al hecho doloroso. Solo
una consciencia de nuestra verdadera identidad nos mantendrá a salvo de esos comportamientos
reactivos. Hay que evitar resistir o identificarse. Debemos decir:
“No
soy el dolor recibido, no soy el cuerpo dañado, no soy esa imagen afectada,
no soy ese yo dolorido”
|
Solo esta actitud nos
libera de la trampa que convierte el dolor en sufrimiento. Esta actitud nos
hace ser conscientes del dolor. Notamos el dolor, la pena, le permitimos que
duela, pero aprendemos a mirar el dolor
como un objeto y asimilamos que no somos nosotros. Vivimos en conexión
constante con quienes somos en realidad y le ponemos amor y cuidado.
Octavo: El dolor es inevitable, pero
el sufrimiento es opcional. Este último es provocado por nuestra mente. Si
retiramos la resistencia y cualquier historia mental, el sufrimiento
desaparece.
Noveno: El dolor puede ser una
oportunidad de crecimiento y transformación en dos niveles:
·
Por un lado, nos humaniza,
al reconciliarnos con nuestra fragilidad y vulnerabilidad, nos ablanda y genera
sentimientos de bondad, compasión hacia nosotros mismos y hacia los demás. Solo
dejamos ver nuestro corazón.
·
En un nivel más profundo,
permite una oportunidad para la transformación de nuestra consciencia. Nos
transforma en aquello que siempre habíamos sido. Gracias al dolor podemos
nacer y vivir nuestra verdadera identidad.
Décimo: Finalmente podemos decir,
que al aceptar el dolor creamos un espacio a su alrededor que nos permite
observarlo en la distancia y empezamos a percibir que no somos nosotros,
percibimos que tenemos una sensación dolorosa, pero no somos esa sensación
dolorosa en sí.
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